25 mar 2014

¿Estamos preparados para un gran Sismo y Tsunami?



El sismo de magnitud 6.7 ocurrido el pasado 16 de marzo en las cercanías de Iquique nos volvió a recordar, una vez más, que somos un país sísmico,...el más sísmico del mundo según lo afirman muchos sismólogos de gran prestigio internacional. Este hecho no es precisamente algo que nos permita celebrar, sino que por el contrario, es algo que nos debe mantener atentos, preparados y educados sobre cómo enfrentar sus posibles impactos y consecuencias, tanto por la destrucción que podría generar el propio sismo, como también la inundación, y por cierto también destrucción, que podrían generar las Olas (Tsunami) que dicho sismo generaría en los sectores costeros.
Recordemos que un Tsunami es una serie de olas causada por una perturbación súbita que se produce en la columna de agua, tanto en superficie como en el fondo de ella, que al llegar a la costa se amplifican pudiendo causar destrucción. En este contexto, la caída de un meteorito (ocurrido en la historia de la tierra), explosiones nucleares (ocurridas en el océano Pacífico, con las pruebas nucleares efectuadas por las grandes potencias durante el siglo XX), el deslizamiento de tierra en superficie o en el fondo marino (como el ocurrido en Aysén-Chile, el año 2007), o lo más frecuente y de mayor registro histórico, que corresponde a la zona de ruptura entre placas tectónicas (en Chile se encuentra una de las más activas del mundo, entre la plazca de Nazca y la placa sudamericana), corresponden a causas que originan un tsunami.
Sin embargo, el sismo del pasado 16 de marzo en Iquique no sólo nos recordó la característica sísmica de nuestro país, sino que también, y en una mirada muy personal, lo poco educados y preparados que estamos como ciudadanos,...tan sólo veamos qué pasó con las vías y caminos y los tacos provocados por los atochamientos de vehículos tratando de salir de la zona de inundación, sin duda, todo un caos; recordemos también, el pasado 11 de marzo del año 2010, para el cambio de mando presidencial, y el caos que quedó en la zona de Valparaíso. En este contexto, todavía nos falta mucho por aprender, mucho por gestionar y preparar planes de riesgo y evacuación, que consideren distintos escenarios, diurnos, nocturnos, vacaciones, periodos normales, etc.; toda una gran tarea aún pendiente. Lo importante aquí es que a nivel familiar, existan conductas, acciones o planes que orienten a cada integrante del grupo a tomar medidas claras, concretas y seguras.
Un sismo de gran magnitud volverá a ocurrir en nuestro país, con el consecuente gran tsunami; eso lo afirman ya hace mucho tiempo la mayoría de los sismólogos del mundo, hay suficiente evidencia científica de ello tanto en la zona norte del país, como en la zona central (el problema es que la ciencia aún no es capaz de predecir a baja escala, no teniendo certeza de la fecha de su ocurrencia) y, además, abarcará una larga extensión de tierra. Recordemos que el evento del año 1960 abarcó un área de casi 1000 kilómetros de longitud norte-sur generando un sismo de magnitud 9.5; y el del año 2010, una longitud de casi 500 kilómetros, generando un sismo de magnitud 8.8.
Aquí considero muy importante destacar que la escala de magnitud sísmica es logarítmica, por lo que la diferencia de tan sólo una décima en la escala logaritmica no representa precisamente esa diferencia de energía y, por lo tanto, el sismo 9.5 del año 1960 liberó mucho más energía que el sismo 8.8 del año 2010. Esto nos permite considerar que por mucho que se piense que un sismo de magnitud 6, 7 e incluso 8 están liberando suficiente energía disminuyendo la probabilidad que se genera un sismo de gran magnitud, lo cierto es que esa liberación de energía es pequeñísima, respecto a un eventual sismo de magnitud 9 o más que podría ocurrir.
El conocimiento, la educación, las actividades y acciones preplaneadas y, por cierto, la calma, nos permitirán enfrentar este tipo de eventos, si nos toca vivirlo una vez más durante nuestras vidas.

Cordialmente, Director PSUB.

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